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lunes, 17 de enero de 2011

El movimiento social, popular, político



Lunes, 17 de Enero de 2011 / 09:31 h


El pueblo, en relación con el Estado, resulta ser el súbdito, en relación a la Constitución
Política, resulta ser el lugar donde reside la soberanía. De acuerdo al aparato del Estado, es algo de donde emana el poder público; este poder público, no es ejercido por el pueblo sino por los funcionarios. Estos actúan en calidad de delegados del pueblo.

Es importante, y también interesante, establecer algún día la diferencia entre un delegado y un representante. Porque, para el caso, todos los diputados son funcionarios, pero no todos los funcionarios son diputados. Así las cosas, un diputado resulta ser representante en tanto diputado, pero, al mismo tiempo, delegado en tanto funcionario.

Toda esta urdimbre jurídica ha sido elaborada, aplicada y desarrollada por sectores que dominan las sociedades, y estas elaboraciones no llegan al pueblo que, teniendo pensamiento jurídico, no siempre llega a advertir que el derecho NO ES MAS QUE LA ORGANIZACIÓN NORMATIVA DEL PODER POLITICO y que en esta tela de araña, el pueblo aparece como depositario de lo que se llama soberanía.

Esta es la expresión que sintetiza el poder del Estado o, en todo caso, una figura que justifica todo el poder concentrado monopólicamente por el aparato llamado ESTADO, aunque legitimado por el sentido popular que a esta soberanía se le otorga formalmente.

En el mundo social, sin embargo, es decir, en la sociedad que ocupa un país como su territorio, resulta que el pueblo es la parte mayoritaria de la población, es el conjunto de los trabajadores los que carecen de los medios de producción, los que carecen de riqueza, los que son vendedores de su fuerza de trabajo.

En otras palabras, lo que antropológicamente se llama LA GENTE. Esta es una palabra que viene de la GENS, que se refiere a la primitiva agrupación de humanos que constituyeron la base de la sociedad.

Pues bien, la gente es esa base humana de la población, en tanto que el pueblo resulta ser, jurídicamente, la parte de esa población que ejerce derechos políticos. Estos son, en el caso de El Salvador, raquíticos y mínimos, porque se corresponden con el régimen político que impera en la sociedad.

El pueblo, sin embargo, vive y funciona en relación con la economía, con la religión, con el poder, con la cultura, con la naturaleza, con otros pueblos y consigo mismo. Toda esta realidad determina que invariablemente la noción de pueblo sea suficientemente dinámica y permanentemente basada en el juego inestable y encontrado de los intereses.

Estos, los intereses, resultan ser necesidades organizadas y como estas necesidades son diferentes para cada sector social, toda vez que las sociedades no son homogéneas, el juego confrontativo de los intereses resulta ser una especie de motor que da vida a las sociedades humanas a partir de sus confrontaciones internas y, solo dentro de estas confrontaciones, es que podemos advertir a las sociedades humanas dentro del movimiento social y, al movimiento social adentro de las sociedades humanas.

Así las cosas, hemos de aproximarnos a la idea de que ese movimiento conjuga las relaciones entre las personas a partir de los intereses homogéneos de los sectores y de las relaciones con la naturaleza, con la riqueza, con las ideas y con el poder.

Cuando el poder es entendido en tanto poder político y se advierte que la disputa social es confrontación justamente por ese poder político, que es lo que permite a un sector contar con un aparato de Estado que gobierno en su beneficio, lo que en el mundo del derecho se llama poder público, entonces, y justamente entonces, este movimiento social que se corresponde con la naturaleza de la sociedad, puede ser considerado movimiento popular.

Y aquí, la conciencia de sí mismos existe y danza en la cabeza y en la conducta de los participantes, de los actores y de los sujetos. Es la conciencia de sí mismos que permite comprender que la participación resulta ser la única manera de ser, efectivamente, parte de un todo que, dependiendo de mi, también determina mi situación, mi condición y mi calidad de parte.

La participación, en realidad, se establece en relación con la economía, la política, el Estado y la vida humana, y la vida toda, incluyendo lo no humano. Es más, la participación es lo que constituye la esencia humana de lo político, del poder político y de la democracia, desde luego resulta ser el presupuesto sin el cual no podría existir la representación. Porque es desde la participación que se decide la representación y esta última no podrá existir sin depender de esta participación.

Situados en el terreno del juego contradictorio entre quienes participan y quienes representan, quienes son representados y quienes son participantes, es que el movimiento popular deviene movimiento político, toda vez que superando su condición de actor político, lucha por convertirse, esta vez, en sujeto político.

Se trata del encuentro con una realidad, del choque con esta realidad, y de la lucha por construir otra realidad alternativa. SER SUJETO, entonces, es un proceso en donde el ser humano se descubre así mismo en relación con la realidad, y descubre, al mismo tiempo, que esto que llamamos realidad no depende, en realidad, de lo que se piense de ella, pero esto que se piense de ella, resulta clave para transformarla y negarla por otra realidad acorde con mis intereses. Aquí el sujeto deja de ser objeto, calidad en la que actúa cuando es actor, y se convierte en dueño y constructor de una alternativa.

En esta alternativa, y para la misma, juega un papel fundamental la capacidad del pueblo organizado de disponer para sus intereses, del poder político suficiente o necesario para la defensa de sus intereses. Este movimiento político no es institución ni institucionalizable, y no debe ser institucionalizado, se mueve respaldado por legitimidad, actúa multicolormente, en un pluralismo ideológico, con múltiples agendas que expresan intereses, se mueve en múltiples áreas y territorios y pasa de participar en política a hacer política, pero desde abajo y desde adentro, es decir, desde debajo de la sociedad y desde adentro de la vida de los seres humanos y de la naturaleza.

El movimiento político así constituido, es una especie de red construida en todos los rincones de la vida social que no esta exento ni de contratiempos ni de desencuentros.

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