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domingo, 12 de junio de 2011

Estudiantes con secuelas por violencia



Según el registro de la Policía Nacional Civil, en lo que va del año seis estudiantes han sido asesinados en Sonsonate y 33 en todo el país. La situación ha obligado al Ministerio de Educación (MINED) a tomar planes inmediatos de atención psicológica.

Escrito por Carla García
Domingo, 12 junio 2011 00:00


“Como ministerio, solos no podemos combatir la violencia en los centros escolares.”
Ricardo Castellón
Director Departamental de Sonsonate

Las instituciones que en Sonsonate ya cuentan con el apoyo del MINED son el Centro Escolar Colonia Sensunapán, el Instituto Nacional Thomas Jefferson (Sonsonate) y el Complejo Educativo Dolores de Brito (Nahuizalco).



Precisamente, dos de los seis jóvenes que han sido asesinados en este departamento pertenecían al Instituto Nacional Thomas Jefferson: Walter Stanley Portillo Díaz, de 19 años, estudiaba segundo año de mecánica y Jesús Esquina cursaba segundo año de electrotecnia.



Desde entonces, todo ha cambiado mucho en el Jefferson. Miedo, desconfianza y hasta indiferencia son la síntesis de los sentimientos del alumnado.

El subdirector (vespertino) de la institución, Walter Garzona, dijo que cuando se registró la muerte de Portillo en el instituto se observó tristeza entre los estudiantes, incluido miedo; con la segunda víctima, Esquina, la mayoría no tuvo mayor cambio. Garzona recordó que todo parecía normal.



Los compañeros de Esquina, quienes prefirieron hablar en grupo y no ser identificados, explican que todo es más complicado ahora. Antes, al terminar las clases, iban a divertirse a otros lugares, a veces a los cibercafés o cualquier otro lugar para pasar el rato con los amigos, pero ahora, lo mejor es ir directo a casa.



Portillo, era parte de la selección de fútbol de dicha institución y del Sonsonate Fútbol Club. Solo uno de sus compañeros accedió a dar declaraciones, ya que el temor hace que pida reserva de su nombre. Lo recuerda como a alguien que “si se atrasaba en las clases por andar en los entrenamientos, siempre se preocupaba por ponerse al día”. Era un joven apartado que no hablaba demasiado. Pero la mayoría lo recordó como un compañero “un poco inquieto, pero un buen amigo”.



Los maestros coinciden en que hay un impacto negativo en la población estudiantil, aunque el MINED, con apoyo de la Asociación de Capacitación e Investigación para la Salud Mental (ACISAM), haya colaborado con el tratamiento psicológico. Así, Cecilia Rivas, junto a otros dos psicólogos, tomó el caso del Thomas Jefferson.

Rivas comentó que aunque la mayoría de los estudiantes parece indiferente ante la situación de violencia que les rodea en realidad sí les ha afectado.



Los problemas afectan de diferentes maneras en cada persona. El mayor, que ella percibe, es que esta situación les genera una actitud pesimista ante el futuro. La muerte está muy presente en sus vidas. “Viviendo en situaciones de violencia los jóvenes han aprendido aparentemente a endurecerse”, expresó la psicóloga.



Uno de los comentarios que la psicóloga suele escuchar, en las 20 instituciones que ella apoya a escala nacional, es: “Para qué me esfuerzo estudiando… de todas maneras algún día nos vamos a morir”. Ella dijo que los jóvenes piensan que no vivirán muchos años y por esto mismo piensan que un camino negativo les ofrece más facilidades que un positivo.

La tesis es reforzada por un estudiante que, como todos, pide no ser citado por temor a represalias. Dice que aunque no lo demuestran, en la institución deben andar con mucha precaución, cuidar sus acciones y comentarios: “Aquí no sabés a quién tenés a la par... Hay gente infiltrada”.



El subdirector matutino del Jefferson, Homero Cienfuegos, explicó que los problemas que se dan dentro de la institución son los mismos problemas que la sociedad tiene afuera. Resaltó que existen diferencias por vivir en diversas zonas de Sonsonate, las que aparentemente son gobernadas por distintas pandillas.



Después de la muerte de los dos estudiantes, en la institución se han dado 11 deserciones estudiantiles. Aunque Cienfuegos explicó que solo en dos casos los padres de familia expresaron que temían por la seguridad de sus hijos, las demás fueron por otras razones –como cambio de domicilio o migración– pero tampoco aclaró si los otros nueve sufrían algún tipo de amenazas.



El trabajo psicológico de Rivas ha establecido una preocupación: La costumbre que algunos estudiantes han tomado al aprovecharse de la situación de miedo e inseguridad que se vive, al hacer falsas amenazas a sus compañeros. “Vos no sabés quién soy yo”, la frase, según la psicóloga, tiene el objetivo de infundir temor en sus compañeros y ejercer control sobre ellos.



El Centro de Atención Psicológica del Centro Judicial de Sonsonate añadió que las personas que han sufrido algún trauma de este tipo pueden presentar trastornos del sueño, ansiedad, sentir la sensación de ser perseguido, se aíslan o están a la defensiva. Para superar un trauma, lo mejor es enfrentarse a la situación poco a poco. El problema es que en algunos institutos el peligro no es psicológico, sino que en realidad existe.



El director departamental de educación, Ricardo Castellón, manifestó que el MINED está consciente del problema, por eso se hace el esfuerzo de mandar a psicólogos a las instituciones y de pedir ayuda a la Policía.

Ellos dan charlas, sin vestir sus uniformes, las que ayudan a los estudiantes a prevenir situaciones problemáticas y a llevar una convivencia sana con sus compañeros. Poco se sabe, sin embargo, de las muertes de Portillo y Esquina; además, de otros cuatro estudiantes asesinados. Se buscaron las declaraciones de la PNC para saber cómo van las investigaciones sobre los responsables de estas muertes, pero alegaron que por ser una investigación en proceso no podían dar ninguna información.



Rivas concluye que es necesario mantener ocupados a los estudiantes, incluirlos en actividades y grupos positivos, deportivos o artísticos, grupos donde ellos puedan expresar sus habilidades y no su poder sobre los demás. Muchas veces es la necesidad de pertenencia que los hace tomar un camino negativo.



A Walter y a José les truncaron sus sueños. Las familias optaron por el silencio al consultarles sobre los jóvenes asesinados. La realidad de muchas escuelas e institutos pone en riesgo a muchos estudiantes más.

El MINED asegura que a escala nacional unas 300 escuelas están infiltradas por pandillas, incluso reportan movimiento de drogas y armas. Los alumnos necesitan ayuda de todos para cambiar de mentalidad y luchar por un futuro mejor, por ellos y por la memoria de aquellos a quienes sus vidas y sus sueños les fueron arrebatadas.

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