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martes, 29 de junio de 2010

Guerra civil y guerra social I






Dagoberto Gutierrez

La guerra aparece en la historia humana desde el momento en que, durante la cacería, la presa es el mismo cazador y no el animal que normalmente se perseguía para ser comido comunitariamente. En realidad la cacería llegó a ser una actividad social que buscaba, cercar y aniquilar a una presa y durante su desarrollo, el cazador aprendió a comunicarse entre si, a coordinarse, a trabajar en equipo y a descubrir quien de ellos tenía condiciones de jefe.

Por supuesto que las sociedades humanas se organizaron sobre la base de la confrontación entre la igualdad y la desigualdad, entre la discriminación y la indiscriminación y sobre el ejercicio de los poderes de unos sobre otros. Puestas así las cosas es natural que las guerras sean una especie de actividad permanente y la paz una especie de excepción en la vida humana.

La guerra civil de El Salvador duró 20 años, y mostró por eso, la inmensa energía social con que la sociedad cuenta en términos de acuerdos y desacuerdos, de confrontación y concertación, porque toda guerra supone un juego encontrado de estos y otros elementos.

Sin embargo esta guerra que terminó con acuerdos políticos, llamados discrecionalmente acuerdos de paz, no fue seguida por una post-guerra, sino por un acuerdo artificial sobre una paz artificial; se trató en realidad de aniquilar la relación entre paz y justicia, paz y verdad, paz y perdón, paz y reconciliación.

Ninguna guerra termina cuando cesan los disparos y ninguna guerra empieza cuando comienzan los disparos, tanto el principio como el final estallan siempre en la cabeza de los seres humanos, de la misma manera la paz nunca es y nunca ha sido, el simple cese del fuego.

Sin embargo en nuestro país tanto ARENA como el partido FMLN renunciaron a toda reflexión y referencia sobre la guerra, en función de ventajas electorales buscadas en la exaltación artificial de una paz también artificial. Sin post-guerra nadie atendió las consecuencias inevitables en la subjetividad de millones de niños y niñas hijos de la guerra, se abandonó a miles de veteranos de guerra de ambos bandos y se engañó a millones de seres humanos con el sueño artificial de una paz inexistente.

Al mismo tiempo, estalla durante y después de la guerra la migración hacia los Estados Unidos y se destruye la familia salvadoreña. Hay que decir que esta, la familia salvadoreña, es actualmente, el lugar más peligroso para los niñas y niñas del país, y no resulta fácil hablar de familia en esas circunstancias. Antes y después de la guerra El Salvador se convirtió en el primer laboratorio planetario del neoliberalismo, al grado que el proyecto aplicado en Irak por los Estados Unidos, se llamó, “Remember El Salvador” y fue aplicado por el mismo personaje que lo aplicó aquí.

Este modelo aniquiló el sentido público del Estado e instauró el reino del mercado total, se dedicó a construir consumidores y consumidoras y renunció a construir ciudadanías, convirtió a la naturaleza en mercancía y a los seres humanos en una mercancía más e hizo, de cada institución estatal una especie de mercado en donde la ley es regida por la lógica mercantil.

Así las cosas, se desarrolla la violencia como una especie de regla social en donde el poderoso se impone al débil y el más poderoso resulta ser siempre el mercado total, la agresión se convierte en la regla que mide las relaciones entre los seres humanos.

Las instituciones dejan de ser puntos de referencia para muchachos y muchachas y todo o casi todo, lo que huela o proyecte la sombra de gobierno o funcionario, despierta un lógico sentimiento de sospecha y desconfianza. Esta sociedad construida durante 20 años excluye y expulsa al que no es consumidor y no privilegia al comprador sino al que adquiere lo que desea y no lo que necesita.

A veinte años de los acuerdos políticos los seres humanos del país empiezan a percatarse que han estado llamando paz a la guerra y que la sociedad vive, nace y muere en un mundo dominado y determinado por lo que podemos llamar guerra social.

La guerra que terminó fue la civil y la que se empezó a construir es la social y esta es, precisamente, la que necesitamos desmontar pieza a pieza, parte por parte para construir los nuevos términos de convivencia, es decir, una economía nueva, un Estado nuevo libre del mercado, un mercado nuevo al servicio de los seres humanos, una democracia democratizada y un poder político diferente.

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