EL DIARIO DE HOYMartes, 16 de Agosto de 2011
La violencia en algunos centros educativos ha llegado a puntos inimaginables. Según confesiones en el gremio, hay profesores que son avisados, previamente, de los asesinatos de sus alumnos y no pueden alertar a la Policía, porque son amenazados a correr la misma suerte.
Una alumna confesó a su profesor que le habían dicho que la matarían y días después apareció asesinada. El educador la aconsejó que emigrara a otra zona, pero los asesinos no le dieron tiempo, la desaparecieron de inmediato, circunstancias que han traumado la labor de los profesores.
Una maestro no soportó la angustia, abandonó la escuela y se incorporó a la empresa privada como medida de sobrevivencia, y para reponerse del daño emocional, el médico le recetó antidepresivos.
"Sabemos de escuelas en que se trafica con armas y drogas, hay jóvenes que llegan a reclutar a los más pequeños", afirmó el profesor.
Los delincuentes y las pandillas han establecido sus estructuras para controlar los diferentes movimientos de maestros y alumnos, comentó el educador.
Bajo estas circunstancias, las escuelas dejaron de ser la segunda casa de los estudiantes, y los maestros, los segundos padres. "El maestro tuvo autoridad en el pasado, fueron queridos y respetados, no solo por los alumnos, sino por la misma comunidad", recordó el docente.
El caso del Centro Educativo de Agua Zarca, en San Juan Opico, es un claro ejemplo de la pérdida de autoridad de los alumnos hacia sus profesores. En esa escuela fueron trasladados los cinco profesores asignados, por las amenazas a muerte que algunos alumnos les lanzaron.
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