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martes, 8 de marzo de 2011
UNA MUJER 10, "FELIZ DIA COMPAÑERAS"
En la escuela de Tenango
La señorita Gloria cada día entrega lecciones de vida
» viaja unos 17 kilómetros para ir a su trabajo
Algunos tramos de la calle que lleva al cantón Tenango son muy solitarios. La maestra Gloria Delmy Vásquez acelera, pero en ciertos momentos el cansancio es evidente. FOTO EDH / marvin recinos
Susana Joma Domingo, 6 de Marzo de 2011
EDH
Vocación y entrega son dos cualidades que caracterizan a Gloria Delmy Vásquez Echeverría, una docente de 38 años que reside en el cantón Istagua, jurisdicción de San Pedro Perulapán, Cuscatlán, y labora en el Centro Escolar Cantón Tenango, de donde la separan cerca de 17 kilómetros.
Esta madre de dos niños, Marilyn, de 15 años, y Douglas, de 3 meses y medio, sale de su casa cada madrugada (5:45 a.m.). Subida en la bicicleta familiar, recorre con gran esfuerzo el largo trayecto. Sube y baja las cuestas del sinuoso camino de tierra perdido entre cerros en el que rara vez pasa un vehículo que le da un aventón.
El único bus que la podría acercar, la ruta 58 de San Martín a Tenango, sube hasta las 8:00 a.m., lo cual es tarde para Gloria, quien tiene que estar en la escuela a las 7:30 a.m. Por la tarde sí puede aprovechar el transporte para regresar a casa. Ella se queda a almorzar y espera, porque el bus baja a las 2:00 p.m.
Según sus cálculos, para llegar a la escuela de Tenango, donde de forma simultánea atiende a unos 35 niños de kínder, preparatoria y primer grado, se tarda alrededor de una hora con veinte minutos.
Sus piernas, sobre todo la izquierda, tiene vestigios de raspones y golpes que ha sufrido en más de una caída. De hecho, con la última que le ocurrió en el invierno pasado estuvo ocho días incapacitada, debido a la seriedad de las lesiones. "Cuando llegué a la escuela, como sangraba mucho, los niños se afligieron", recuerda.
Con anterioridad, Gloria se quedaba a vivir en Tenango y regresaba a casa el fin de semana para compartir con su hija y sus padres. Sin embargo, debido a su embarazo optó por quedarse en casa y viajar todos los días a pie.
Hoy no se atreve a recorrer el camino con el niño, no sólo por el polvo del verano, sino también por las tormentas del cercano invierno. Además, en unos meses el río Acunta, que se ve obligada a cruzar en bicicleta y a veces en moto cuando su hermano mayor tiene oportunidad de darle un aventón, se volverá intransitable.
"Cuando se crece (el río) no se puede pasar y uno tiene que dar una gran vuelta". Eso le implica un retraso de 20 minutos, dice Gloria, quien desde niña soñó con ser profesora. Cumplirlo no fue fácil. Su padre, fabricante de tejas y su madre, un ama de casa, no podían mandar a sus dos hijos a estudiar a la capital y el bachillerato más cercano era en Suchitoto, donde lograron sacar la modalidad de Contador.
Tuvieron que estudiar de noche. Todavía se recuerda cuando a ella y su hermano les agarraba la oscuridad en el parque de Suchitoto. Allí esperaban que alguien les acercara a su casa. Años después ella logró inscribirse en la Universidad Pedagógica: siempre con grandes sacrificios. "Me gustaba también Psicología, pero pensaba que era una carrera más costosa (en inversión)", explicó.
Con todo y las peripecias que pasa en el aula, siempre tiene mucha paciencia y una sonrisa para los niños. Una de sus luchas es que los padres los envíen temprano, para poder desarrollar todos los contenidos correspondientes a ese día de clase, más aun porque como trabaja con las tres secciones (edades diferentes) tiene que coordinar bien para lograr que todos trabajen. Cuando puede, fusiona contenidos.
"A veces les estoy preguntando a los de primero y contestan los de kínder", dice.
Ella y el propio director, Fredy Armando Chávez, quien atiende de segundo a sexto grado, no pierden la esperanza de que el Ministerio de Educación asigne a la escuela una maestra más, debido a que la profesora Gloria se ve muy complicada en su esfuerzo de que los niños de kínder y primero vayan bien preparados.
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