¿Por qué treinta años después de su muerte martirial le seguimos recordando, le seguimos queriendo, le seguimos necesitando, su ejemplo nos sigue inspirando, su muerte nos sigue doliendo y sus asesinos nos siguen provocando repudio?
Porque Monseñor hizo suyo el sueño de los pobres de El Salvador y se puso a la cabeza de la lucha por la transformació n de la sociedad salvadoreña para convertirla en un lugar digno para todos y todas en el que domine la justicia, la libertad y la democracia. ¿No será esto el reino de los cielos? Este ideal de Monseñor y del pueblo sigue planteado como la gran tarea histórica que hay que hacer realidad. La vida está demostrando que uno no puede confiar en que los representantes que elegimos a través de las urnas van a hacer las cosas que necesitamos que hagan. Con dolor tenemos que asumir que cuando los elegidos llegan al poder hacen lo que les viene en gana: los compran y/o se venden. El mercado sigue dominando y determinando qué comprar y qué vender, qué consumir y cuánto.
La transformació n tenemos que seguirla pensando los pobres y haciéndola con nuestras propias manos. Así como Monseñor se dejó contaminar de los ideales del pueblo y luchó hasta la muerte, los pobres debemos permitir que Monseñor nos siga inspirando con sus ideas, con su palabra, con su pasión por hacer realidad el “Reino de Dios” aquí en la tierra. Porque Monseñor nos demostró ser un luchador coherente y consecuente. Y nos dijo: “…porque un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar, pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hace respetar”, (Homilía del 2 de marzo de 1980).”…no abandonaré a mi pueblo, sino que correrá con él todos los riesgos que mi ministerio exige” (Homilía del 11 de noviembre de 1979). Dios nos libre de las tentaciones neoliberales. Los neoliberales de derecha e izquierda se siguen enfrentando a Monseñor, los primeros quisieran borrar de la conciencia de los sin voz todo su legado y los segundos sueñan con un Monseñor “light”, por eso juegan a oficializarlo, nos lo quieren robar, para hacer de él un “objeto de consumo”. Dicen: un Monseñor para todos y todas, pero Monseñor no es de todos ni para todos. Monseñor sigue siendo la voz de los sin voz. ¿Qué inspirados en Monseñor se pueden sentir los grupos del poder? Monseñor no sirve para explotar, para oprimir ni para hacer demagogia. Monseñor sirve, sí, para hacer justicia, para hacer el bien. Porque su ideario, su palabra es para construir el bien común.
